Translate

viernes, 30 de enero de 2015

Maraven, S.A.

Casualmente, he dado con una antigua entrada del blog de un periodista venezolano, Manuel Bermúdez Romero, que habla sobre un personaje que tuve la oportunidad de conocer durante mis años de trabajo en Maraven, S.A.: su Presidente Eduardo López Quevedo.

http://contextos.blogia.com/2008/112201--quien-fue-eduardo-lopez-quevedo-.php

El post hace un sencillo pero interesante resumen del periplo profesional de este hombre en la industria petrolera venezolana, y nos da unos cuantos detalles de su personalidad. Leyendo el artículo y viendo la foto que lo acompaña, mis recuerdos retrocedieron a aquellas mañanas en las que me cruzaba con el Sr. López Quevedo en uno de los múltiples ascensores del Edificio Maraven O.P. (hoy convertido en Universidad Nacional Experimental de las Fuerzas Armadas por el gobierno bolivariano).


Decían de él que era un tipo muy serio y adusto, que no temía decir las cosas a la cara, y las reseñas que he leído sobre él así lo confirman, y a la vez lo presentan como uno de esos profesionales preparadísimos e íntegros que convirtieron a Petróleos de Venezuela (PDVSA) y sus filiales en referencias de la industria petrolera mundial en los años '80.

Aparte del ascensor, tuve que subir un par de veces a su oficina para ver qué pasaba con el aire acondicionado, y la verdad es que me trató bastante bien a pesar del calor sofocante que hacía en las dos oportunidades...

Su imagen es el recuerdo que me queda de una empresa y una industria que contaba con magníficos profesionales, tanto desde el punto de vista técnico como de gestión. La mejor prueba es que no conocí uno solo de mis compañeros de la Oficina Principal que fueran familiares de directivos o de políticos (al menos de políticos más o menos conocidos). En aquella época, creo recordar, el negocio funcionaba de forma tal que la Petrolera entregaba el 75% de sus ingresos al Estado, a cambio de que la dejaran en paz los políticos y pudiera gestionarse como si de una empresa privada se tratara. Cada filial de PDVSA funcionaba como una empresa independiente, lo cual tenía sentido tomando en cuenta que cada una venía de una o varias de las diferentes compañías concesionarias antes de la nacionalización de 1.974. Específicamente, Maraven procedía de la Royal Dutch Shell.

Ese funcionamiento se vino abajo, primero con la irrupción de los políticos en la estructura de la empresa en 1.999, para convertirla en la hucha de la revolución, y después en la huelga general petrolera de 2.002 que degeneró en la expulsión de 18.000 trabajadores, y con ellos calculo que la mitad de la escasa clase media preparada que quedaba en el país.

Formé parte de la empresa desde 1.991 hasta 1.995, cuatro estupendos años en los que, junto con gente muy valiosa profesional y personalmente, convertimos un edificio de los años '40, muy bien diseñado y construido, pero antiguo, en un edificio de los más avanzados de la época, un "edificio inteligente" y energéticamente eficiente, casi inmune a los problemas de suministro (agua, eléctricidad)  de los que ya adolecía Caracas en aquella época y con un sistema de vigilancia a la altura de un buen casino de Las Vegas.

Hoy vienen de nuevo a mi cabeza tantos rincones y compañeros de esa época... Se mezclan la Sala de Máquinas y los chillers Trane (enormes enfriadores de agua para el aire acondicionado) con los rostros de "mi gente": Rigoberto Moreno, Montilla, "Rojitas" y Miguel Zamora; el constante buen humor y avanzada filosofía de mi jefe y sin embargo gran amigo Oswaldo González Cruz; nuestro sensato y emprendedor Jefe de Grupo Rafael Porras, los activos encargados del Mantenimiento de instalaciones: José Flores y el "gallego" José Luis, y otros muchos que me llevaría un buen rato nombrar.

Todavía recuerdo los nombres de todas esas cosas que diariamente supervisábamos: las UMAs (enormes ventiladores que distribuían el aire frío por los pisos de 2500 m2 por planta); las "rebosantes" torres de enfriamiento (¿funciona bien el sensor de nivel?); el AS400 (cerebro IBM de toda la industria petrolera nacional de la época) y su protocolo de apagado si existía la mínima sospecha de un corte de energía prolongado; la UPS y su rugido de gigante cuando el motor de gasoil entraba en funcionamiento al fallar el suministro de electricidad; el bendito tanque hidroneumático (¡no hay agua en los servicios del piso 15, se han vuelto a descebar las bombas de presión!); las bombas de agua fría con su elegante y enorme potencia, como si fueran caballos de concurso de salto; los grandes ventiladores de extracción de gases de combustión del parking subterráneo; la multitud de sensores de temperatura y presión de aire y agua, de consumo de corriente; las cámaras de seguridad de circuito cerrado con sus motores de movimiento y sensores en los pasillos del edificio...

Pocos seres humanos han sido tan vigilados en sus constantes vitales como el Edificio Maraven, O.P.

Era nuestro hijo, nuestro amigo, nuestro abuelo, tan viejo pero tan rejuvenecido, sólido y tradicional como un roble pero al mismo tiempo tan avanzado como una nave espacial. Y en eso lo transformamos nosotros.

Fueron, por lo que he podido saber posteriormente, los últimos grandes tiempos de la industria petrolera venezolana y, quizá, de la propia Venezuela. Espero que solo por ahora...


No hay comentarios:

Publicar un comentario